Acceso directo al contenido de la página

Noticias

Volviendo a ser invisibles

27/06/2012

Mireia Siles Planas, licenciada en periodismo (UAB) y en documentación (UB), reflexiona sobre la importancia de tener un profesional de la comunicación en las asociaciones.

  • Mireia Siles

A estas alturas, hacer un artículo de opinión relacionado con la crisis actual es poco original. No hay mañana que nos levantemos donde esta palabra no aparezca. Aparte de las constantes noticias en los medios que nos vaticinan escenarios mucho peores y que nos recuerdan lo desgraciados que somos y seremos, cada vez somos más conscientes de que "la crisis" no es la campaña promocional de una película comercial que nos quieren hacer tragar sí o sí, sino que es real, que afecta a nuestras amistades, nuestras familias y a nosotros mismos.

Y eso mismo es lo que me pasa ahora a mí. Después de meses oyendo la palabra "recortes", ésta ha encontrado la puerta para entrar en el lugar donde trabajo y la ha dejado abierta para que todas y todos salgamos, poco a poco, ahora uno, luego el otro, sin prisa, a no ser que encontremos la manera de cerrarla.

Pero no me entendáis mal, no escribo este artículo para haceros pena, para deciros lo desgraciada que soy, hacerme la víctima y criticar, una vez más, los políticos y tecnócratas que no han sabido hacer su trabajo, no. Lo que quiero hacer constar es que te marchas de un puesto de trabajo (sea voluntariamente o por la fuerza) sabiendo que nadie te sustituirá y, que por lo tanto, nadie hará el trabajo que has estado haciendo tú.

Quizás penséis que soy una exagerada o peor aún, una persona demasiado responsable, preocupándome por ello. "Total, si te echan, allá ellos", puede pensar alguien. Bueno, quizás si la "película" fuera otra sí lo podría pensar, pero el hecho es que después de 6 años trabajando en el mismo lugar y teniendo en cuenta la situación de crisis (mira, ya ha salido dos veces la palabra), las cosas se ven de otra manera.

En 2006 empecé a trabajar en SIDA STUDI como bibliotecaria ayudando en las tareas del Centro de Documentación y Recursos Pedagógicos de VIH/sida. 2 años más tarde, me encontré compaginando esta tarea con mi "antigua" profesión, la de periodista, asumiendo también la comunicación de la entidad.

Mi trabajo durante estos años en materia de comunicación ha sido un camino lento y empinado para una ONG pequeña y tan especializada como la nuestra, pero apasionante por el reto que suponía. No nos hemos marcado grandes objetivos ni metas muy ambiciosas sino que, como las hormigas, hemos ido haciendo, poco a poco, pero lo más importante es que se ha caminado y se han obtenido resultados.

Desgraciadamente, aún hoy hay muchas entidades que no apuestan por un responsable de comunicación, por una figura profesional que gestione toda la información interna y externa. "No tenemos dinero", "es más importante atender a las personas que salir en la foto", "tenemos una persona voluntaria muy apañada que se encarga de todo", "no vale la pena hacer noticias porque los medios de comunicación no nos hacen caso y cuando lo hacen siempre es para criticarnos". Estas y muchas otras frases sirven en muchos casos para justificar esta falta de responsables de comunicación en las ONG. Una falta que, por otra parte, perjudica a todo el sector cuando en la sociedad aparecen voces en contra de la tarea que llevan a cabo las entidades no lucrativas porque no se ha hecho pedagogía (no se ha explicado) quiénes somos y qué hacemos.

SIDA STUDI, en cambio, ya en su primer plan estratégico 2006-2008 apostó por la comunicación y durante estos años se ha beneficiado de esta decisión multiplicando por cinco, por ejemplo, el número de visitas a su web (14.939 visitas en 2004 y 71.957 en 2011) y el número de apariciones en medios de comunicación (27 en 2006 y 128 en 2011).

Pero los resultados de la comunicación no se miden sólo con cifras. En estos años hemos ayudado a dar a conocer la entidad y validar el prestigio que le otorgaban los compañeros de batalla, es decir, las otras ONG de VIH/sida, en otros círculos. También hemos abierto canales de comunicación en las redes sociales, acercándonos a las personas, escuchándolas y motivándolas a participar, y hemos incrementado también el número de actividades de sensibilización y de voluntarios.

Y todo esto lo hemos hecho siempre siguiendo una estrategia comunicativa, siendo coherentes con la misión y valores de la entidad, y aprovechando siempre que hemos podido los medios gratuitos pero invirtiendo el tiempo de una persona dedicada exclusivamente a esta tarea. ¿Qué pasará, pues, ahora? ¿Se perderá todo el trabajo hecho estos años?

Volviendo a llamar la maldita palabra, la crisis, y utilizando el discurso oficial, en estos momentos difíciles todos debemos "apretarnos el cinturón", tenemos que hacer "sacrificios" y establecer "prioridades" para "disminuir gastos". En la mayoría de ONG, estas "prioridades" son asegurar la finalización de los proyectos puestos en marcha y/o subvencionados, y como la comunicación no es per se un proyecto, pasa a ser un elemento a descartar.

Esto es lo que ahora debe hacer la entidad donde trabajo, aunque no ha sido una decisión fácil de tomar, al contrario. Ha sido una decisión obligada por las circunstancias que deja a la asociación en una situación surrealista: la comunicación no es un proyecto, la comunicación está presente como un proceso más de la organización en todos los servicios y proyectos, pero hay que prescindir del responsable y por lo tanto, desaparece. Y aún podemos añadir otro hecho totalmente absurdo: a menudo cuando llenamos solicitudes de subvenciones públicas o privadas se nos exige que expliquemos el plan de difusión que llevaremos a cabo. ¿Qué pasa, pues, si no podemos garantizar económicamente la figura del responsable de comunicación? ¿Cómo llevaremos a cabo estas acciones de difusión para justificar los proyectos presentados?

Quizá continuáis pensando que soy una exagerada (o una responsable) que sólo ve peligrar su puesto de trabajo, que la comunicación es un aspecto trivial y poco importante, que lo importante es la labor que realiza la asociación, los proyectos o programas que hace, los servicios que ofrece, la gente que atiende .. Pero, un momento: ¿qué pasa si nadie explica el trabajo de la entidad? ¿Qué pasa si nadie atiende las preguntas y comentarios que pueden hacer los usuarios/as en las redes sociales o en la web? ¿Qué pasa si nadie actualiza estos medios? ¿Qué pasa si nadie informa al público sobre las noticias relacionadas con la temática que trabajamos? ¿Qué pasa si queremos hacer una campaña para captar voluntarios/as, para firmar contra una injusticia o para sensibilizar a la sociedad?

Si habéis llegado hasta este punto del artículo seguramente pensáis que esta situación se puede extrapolar a otras situaciones, como empresas privadas, o a otros sectores. Y este es el último apunte que quería hacer en este artículo tan poco original: lo más triste de esta crisis es que profesionales válidos de muchos ámbitos se están quedando sin puesto de trabajo, viendo cómo su trabajo ya no la hará nadie más y se perderá en el tiempo, volviéndose invisible.

Contestando ahora a las preguntas que he formulado anteriormente, si la comunicación desaparece, puede desaparecer también la entidad a los ojos de la sociedad. Su tarea se diluye porque nadie la conoce, se vuelve invisible. Y si no se ve, entonces los problemas sociales afloran de nuevo porque las personas no saben dónde acudir para resolverlos.

Por tanto, si matamos la comunicación de una ONG también estamos matando el trabajo que lleva a cabo todo el equipo de la entidad (trabajadores/as, voluntariado) ya que si las personas no saben dónde acudir no las pueden atender ni ofrecerles sus servicios. Volviendo a la percepción social que se tiene de las ONG, si le preguntáis a una persona que os diga el nombre de una ONG, ¿cuál os dirá? ¿Tiene responsable de comunicación esta ONG? Sí, ¿verdad?

Señoras y señores; ONG: no subestiméis el poder de la comunicación. No nos hagáis invisibles.