Resumen
Las extensas consecuencias de la pandemia del VIH/SIDA, además de la mortalidad directa, son bien conocidas. De manera adicional a la caída en la esperanza de vida, la epidemia ha producido varias consecuencias en las estructuras sociales y en la productividad económica, afectando de manera adversa a esferas enteras de la sociedad, como los sectores educativo y agrícola. Existe la tentación de considerar la relación entre el VIH/SIDA y la pobreza como algo lineal, es decir, como si la pobreza condujera a una mayor vulnerabilidad frente al VIH/SIDA y que, por tanto, fuera suficiente mejorar las condiciones de vida con el fin de prevenir nuevas infecciones por el VIH. Es verdad que la pobreza puede ser un determinante de VIH/SIDA. Pero sin menospreciar la urgente necesidad de ayuda económica para muchos seres humanos, no deberíamos pensar de manera simplista que aumentar los recursos económicos es «la solución mágica» contra el VIH/SIDA. El VIH/SIDA no es necesariamente ni exclusivamente «una infección y enfermedad de la pobreza». Los niveles educativos y socioeconómicos altos se asocian también con mayores riesgos de VIH/SIDA. Es preciso enfatizar la prevención, redoblando los esfuerzos para lograr los cambios en el comportamiento sexual que reducen la transmisión del VIH. Por orden de prioridad, recomendando a los jóvenes la importancia del retraso de la edad de inicio de las relaciones sexuales, la monogamia mutua entre quienes tienen relaciones sexuales y, para quienes no acepten estas medidas de «evitación del riesgo», el uso de preservativos como medida de «reducción del riesgo» advirtiendo siempre que nunca podremos eliminar del todo dicho riesgo de contagio con esta medida. Han demostrado ser elementos clave en el éxito de varios países, como ya se ha comentado. (Resumen extraído del artículo)