Resumen
Para comprender del todo el horror que el sida ha llevado a África, hay que escuchar a una mujer a la que hemos dado el nombre de Laetitia Hambahlane, en Durban (Suráfrica), o el chico Tsepho Phale, en Francistown (Botsuana), o la mujer que se llama a sí misma Thandiwe, en Bulawayo (Zimbabue), o a Louis Chikoka, un camionero que hace largos recorridos. Se empieza a entender el impacto del sida en África cuando se oye hablar de la vergüenza, el estigma, la ignorancia, la pobreza, la violencia sexual, la promiscuidad, la parálisis política y el terrible silencio que rodea las muertes. Es significativo el hecho de que algunos han pedido que no se dieran sus verdaderos nombres, para proteger su intimidad.