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Notas de prensa

NO HABLAREMOS DEL PORNO

Cooperativa Candela y Sida Studi

11/10/2023

Las personas jovenes tienen derecho a vivir su sexualidad de manera libre, sin miedo y sin amenazas.

  • No hablaremos del porno

A raíz de la emisión de un documental de TV3, ETB y Shine Iberia ha estallado un debate a la opinión pública alrededor de la pornografía. Hay mucha preocupación con el consumo de porno y las personas jóvenes, porque es muy fácil acceder, porque se consume mucho, porque lo visionados empiezan a edades muy tempranas y porque, incluso, dicen que produce enfermedades mentales. Este debate no es nuevo, ni se resolverá en un plató de televisión, ni en un documental que parece la mejor película de terror del momento: “Apocalipsis porno”, titulada muy acertadamente por Gerard Coll Planes.

El debate necesario sobre sexualidades y adolescencias ha llevado a escena adictas, policías y profesionales de la psicología y la sexología. Cómo nos plantea Helena Martín en su artículo "Generació porno: la sexualitat adolescent no és un capítol de Crims", las personas jóvenes tienen derecho a vivir su sexualidad de manera libre, sin miedo y sin amenazas.

Será por deformación profesional o mediática que, a las entidades que nos dedicamos en la educación sexual, lo que nos da miedo es que esta aparezca como una solución luminosa, como el mejor producto para limpiar e higienizar la porquería oscura pornográfica. A las personas que hacemos educación sexual lo que verdaderamente nos sorprende, no es que el porno mainstream sea un producto del neoliberalismo que reproduce el machismo, la heteronorma y la violencia, es que la educación sexual sea también representada como un producto al servicio de la sexualidad normativa. En los primeros veinte minutos del debate, una voz experta nos define la educación afectiva y sexual (siempre juntas, porque la educación sexual como las chicas, mejor que no vayan solas) como una disciplina educativa que tiene que ver con la biología y la pureza. Los pelos como escarpias.

Aun así, en el documental, la educación sexual no aparece como una solución milagrosa. El programa hace una clara apuesta por regular el acceso de los menores a los contenidos pornográficos. Es desafortunada, retrógrada y profundamente moralizadora esta conjunción entre la educación sexual y las lógicas punitivas donde la salud, la igualdad y el placer se vinculan al control, la disciplina y la prohibición.

Si las autoridades expertas nos advierten de los peligros de la pornografía, las entidades respondemos que desde una perspectiva feminista no estaremos al servicio de sus lógicas punitivistas e higienizantes. La salud y la prevención no pueden ser excusas para el control social. Hace años que sacamos la educación sexual del ámbito médico y científico (en cuanto que disciplinas reproductoras de la sexualidad hegemónica y poco críticas con las desigualdades sociales), años que trabajamos para alejar las sexualidades y la salud sexual de la esfera del peligro y acercarla al terreno de los cuidados, como para ahora, propagar el terror sexual, el estigma hacia las personas con diagnósticos de salud mental y las dicotomías moralizadoras bueno/malo, sano/insano, castidad/porno, igualitario/machista.

Si hablamos de sexualidades, de educación sexual y de salud sexual tenemos que hablar de desigualdades sociales porque, ni los procesos de salud, ni las sexualidades, ni eso que denominan el ejercicio de los derechos sexuales, se desarrollan nunca independientemente de los contextos sociales. Si la mayor parte de los problemas que afectan las personas son colectivos, tienen que tener respuestas colectivas. En este sentido, más que poner el foco en conductas individuales, en vez de hablar del porno, ¿no nos podríamos preguntar cómo habitar sexualidades más horizontales y más justas?

Si tenemos que hablar de riesgos, tenemos claro que, tenemos que hablar de las infecciones de transmisión social: el clasismo, el machismo, el racismo, la LGTBI-fobia, la serofobia, el capacitismo, la gordofobia y un largo etcétera. Y estos virus, no se erradicaran con una educación sexual que sea el brazo edulcorado de una educación punitivista con la pornografía. La educación no es control, no es prohibición, no, no es esto. Es ofrecer herramientas para analizar críticamente no tan solo la pornografía mainstream y las construcciones capitalistas del deseo sexual, sino también todos los mensajes construidos desde la prohibición y el señalamiento.

Más allá del porno mainstream y de las vivencias individuales de placer y de intimidad de cada persona, la sexualidad es un elemento de organización social que jerarquiza cuerpos y deseos. Una educación sexual transformadora nos puede permitir subvertir estas dinámicas de poder y caminar hacia la justicia erótica, es decir, como nos propone val flores, “andar hacia la construcción de entornos sociales en los cuales la violencia, el estigma o la discriminación no tengan cabida y sean el placer, el consentimiento, la satisfacción y el deleite los únicos principios rectores de la sexualidad”.

En lugar de reivindicar la prohibición del acceso a los contenidos pornográficos, ¿no sería mejor reivindicar justicia erótica y un mundo que permita que todo el mundo pueda acceder de manera justa e igualitaria al placer y al deseo?

¿Por qué no centramos el debate en como desarrollar una educación sexual transformadora en las escuelas públicas desde una perspectiva feminista y comunitaria? ¿Por qué no discutimos sobre como proporcionar formación y pedagogías antinormativas a los equipos docentes y referentes familiares para acompañar educativamente las sexualidades de infancias y adolescencias? ¿Por qué no empezamos nosotras mismas, las adultas, a habitar sexualidades más allá de la norma social?

Clara Martínez Hernández y Silvia Merino Navalón.